viernes, 11 de julio de 2008

Sentimiento Barroco

Cuando se está lejos de casa, del círculo social, de las rutinas, es cuando se descubre la verdadera identidad: qué se quiere, qué se disfruta, los más profundos ideales y deseos. Nadie influye, nada maneja las acciones, se es libre completamente. Entonces aparece el conflicto: quién soy? quién he sido?
Al conocer otro mundo, otras costumbres, otras oportunidades, se enfrenta ante la realidad de que lo que se conoce, lo que se sabe, no es nada a comparación de lo que el mundo puede ofrecer. El universo es un banquete, un festín adulador al que todos son invitados especiales. 
Por reflejo natural se quiere conocer y probarlo todo, sin embargo, el tiempo y la sensatez, el buen juicio, muestran que se requiere de una reflexión previa a la acción, así mismo, el experimentarlo todo arroja un sentimiento de vacío y desmotivación, pues no existe ya más que conocer, es por esto que se da pie a una etapa de relajación; un espacio de prudencia, madurez, de decisiones.
El pensamiento moderno nos invita a conocer el mundo, a volar, a abrir nuevos círculos, pero las raíces arraigan al mundo conocido, a lo "cómodo". Dejar todo para empezar de nuevo representa el mayor reto al que alguien puede enfrentarse; aprender a conocerse a sí mismo, conocer la soledad y descubrir los más profundos e intensos sentimientos.
Aprender a acompañarse, a disfrutarse, es un proceso complejo y duro, sin embargo una experiencia sin igual. Una vez que se conoce a uno mismo, que se aprende a vivir con la propia esencia, estoy segura que la sensación es asombrosa, increíble, sensacional. 
Sin embargo, para llegar a esto el sendero es escaparado, rebuscado. Es un sentir complejo que representa una dualidad existencial: por un lado existe un vacío y una soledad incalculable, y por otra se encuentra con nuevos elementos que la acompañan. El tiempo a solas invita a una búsqueda constante, a una introspección exhaustiva que lleva a descubrimientos decisivos, a la valoración de lo que se tiene y lo que no, a una ansiosa incertidumbre de aquellos corazones lejanos, de ese amor desamparado que durante tanto tiempo ha estado presente. 
Es tiempo de decisiones cruciales, de vivir una experiencia inolvidable que se espera culmine en un amor único y puro... El propio.
La lectura inconclusa de un buen libro, la lluvia por la ventana, una inspiración con los ojos cerrados, la percepción de nuevos olores, la escritura existencial, diversos paradigmas de vida, una charla con un amigo desconocido, el silencio, la ausencia total del más mínimo ruido y la melancolía de mi amor, representan los momentos más emblemáticos de mi experiencia. Una copa de buen vino mendocino en el balcón, observar lo desconocido, las calles, absorber, aprehender esas visiones; una moto, un campo verde, un dique, árboles llorones, los Andes a cero grados, el agua fría, una pasta con crema de frijol y noches de fiesta hasta la mañana siguiente me han hecho quien soy el día de hoy... mañana... mañana quizás diga más...